jueves, 15 de mayo de 2014

Como una niña

Ella y su tierno amante estaban en la cama, se tocaban a veces tierna y otras salvajemente.
No era la primera vez que se veían sin ropa, ambos se conocen bien, saben como funciona el cuerpo del otro.
Jugaban a tocarse, a hacerse sentir deseados.

Y algo en ella falló.
Él nunca pudo llegar al fondo de ella, jamás pudo saber si le producía placer, jamás la vio como en esta ocasión.
Estaba rígida, estaba seca, cerrada ante las oleadas de placer que la esperaban.
Se fue al baño, y lloró como una niña cuando pierde su juguete, lloró como cuando era pequeña y estaba perdida.
Entonces su amante abrió la puerta, la sacó de ahí, la guió de nuevo al lecho y ahí, se aferro a ella, la abrazó, la acarició de forma profunda, de una forma dulce y nunca antes conocida.
Y sin embargo ella lloró, comenzó a llorar... no se sentía digna de ser acariciada, había fallado en lo que más expectativas tenía. Lo había dejado esperando.

-Mírame a los ojos, no me voltees la cara.- le pidió su amante -
-Ella volteó con el rostro bañado en lágrimas y lo miró a los ojos -
-Te quiero, y te escogí a ti entre todas, porque te quiero, porque eres la más linda, porque me gustas.
-Pero te fallé, no sirvo para estar contigo.
-Soy yo quién te ha vuelto a lastimar, ¿recuerdas que por eso te dejé? porque no quería hacerte daño, y mírame, lo he vuelto a hacer, el que falló fui yo.
-No, no digas eso, que haberte visto hoy, fue lo más hermoso.
-Entonces no llores linda, no llores, porque el tenerte aquí, me hace feliz.

Y se quedaron abrazados, dándose calor, él intentaba calmarla, ellos sólo charlaban, y se veía en su manera de abrazarla, que él la ama, que no ha dejado de amarla ni un segundo, que las formas de su cuerpo no le han dejado de parecer las más hermosas, él no ha cambiado de opinión.

Se sumergieron en un cálido abrazo protector, dónde ella pudo encontrar la paz. Dónde sus demonios de aplacaron, dónde las voces dentro de su cabeza se apagaron.

Sonó la alarma que terminó con el encanto, su amante se paró a vestirse. Y ella comenzó a llorar de nuevo, se tapó hasta la cara con una sábana, él prendió la luz para verla bien. La descubrió mientras se recostaba a lado de ella.
-Mírame a los ojos y dime que esto no te hizo feliz, que estar así no te ha producido felicidad, mírame a los ojos y dime si no soy capaz de hacerte sentir viva, si esto no te gustó.
Y ella lo miró a los ojos, y lo besó, se recostó en su regazo, y lo besó con dulzura, con ansia, con ganas de curar la nueva herida que se había creado en ella.

Mientras ella se vestía, él la miraba con ternura, como si la viera por primera vez, admiraba cada curva de su ser, y ella hasta la distancia en que se encontraba, podía sentir el profundo amor de su mirar.

Antes de salir de ese lugar, ella se sentó sobre sus piernas y lo beso delicadamente, con todo el amor que tenía para dar.


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