No he tenido ideas, carezco de tiempo y sin embargo, he buscado la forma de colocar algo decente.
Lo único "decente" es un pequeño escrito que tengo guardado, tal vez este sea el momento correcto de añadirlo a la caja de pensamientos jamás mencionados.
No tiene nombre.
Al paso que iba, probablemente terminaría
hundiendo mis penas en alcohol.
Tenía aproximadamente 8 meses de haber
terminado con esa relación, y no pasaba ni un solo día en el cuál no
atormentara mi existencia haciéndome las mismas preguntas: ¿Qué sucedió?,
¿Cuándo pasó?, ¿Cómo pasó?, ¿Por qué pasó?, ¿Qué hice mal?, no tenía la
respuesta para ninguna de esas preguntas y sin embargo, seguía cuestionándome
en vano.
-Probablemente nunca lo supere – suspiré – me
va a perseguir toda la vida ese recuerdo y no me va a dejar ser feliz.
Estaba enferma, lo suficiente como para
necesitar cuidados especiales, alimentación especial, visitas regulares al
médico, citas con el psicólogo una vez por semana y también tratamiento
psiquiátrico.
Más no me cuidaba, prefería mil veces seguir
empeorando mis males a curarme, esperaba con ansias que todo ese dolor físico
me hundiera en un vacío tan grande para no salir jamás y así pensar en otra
cosa que no fuera él.
Pero evito pensar, eso me absorbe la vida,
hago mil y un cosas para entretenerme y ocupar mi exceso de tiempo libre.
-¿Qué hago los fines de semana? – Sonreí de
manera irónica – Duermo, la mayor parte del sábado sobre todo, desde que no lo
veo, he odiado los sábados con cada parte de mi ser, desearía quedarme para
siempre en ese Lunes a Viernes, llenos de trabajo, cansancio y desvelos,
viéndole la cara a personas que no me caen del todo bien, volver al bullicio de
la calle… más odio a la gente, detesto los parques, el súper, las iglesias,
hasta la banqueta que está enfrente de mi casa.
Me da dolor de cabeza ver a una pareja
abrazada, sólo pienso en lo ridículos que se ven y recuerdo lo ridícula que me
veía yo, abrazando a alguien, mientras esa persona me decía la mentira más
grande y su favorita, al oído.
-Te amo – susurraba –
Más me olvido del recuerdo, hay lágrimas que
quieren salir de mis ojos nada más de acordarme, de pensar en lo feliz que fui
y en cómo lo arruine, por qué estoy segura en un 80% de que fue culpa
mía nuestra ruptura, y estoy acostumbrada a “echarme la culpa”, aunque la
verdad sí lo fue.
Muchas veces pienso que yo misma lo orillé a
que llegara a ese extremo, dicen que nadie sabe lo que se siente hasta que se
lo hacen y formar parte de ese club no se siente muy bien que digamos.
Aún lo veo, eso hace que las cosas empeoren,
no puedo evitarlo ya que la mayor parte del día compartimos el mismo espacio
geográfico. Me tengo que tragar el llanto, ojala recordara las cosas buenas a
su lado y por más que le busco, no encuentro, la mayoría de los recuerdos que
tengo de él, son dolorosos.
Y ese dolor era mi mayor felicidad.
Ante tal situación , puedo llamarme masoquista, es un término extremista y algo dramático, pero no se me ocurre otra cosa.
Admito que aún sigo con la misma idea, el día que escribí ese texto, estaba literalmente perdiendo los sentidos y fuera de mí misma, era casi como un colapso mental, muchas veces me he preguntado como sigo de pie y con las mismas ideas de hace 8 meses, la verdad lo ignoro.
Muchas personas creen que la felicidad se resume a no tener ningún problema y vivir tranquilos, no creo que esa sea la verdadera felicidad, la mía era ser lastimada y sentir dolor, ¿es una anomalía eso?; cada persona tiene una idea diferente de la felicidad y como espera encontrarla, yo no sé si la dejé escapar o está a punto de llegar.