martes, 25 de noviembre de 2014

Carta a un Esquizoide III


Querido Esquizoide.
Pensé que ya no te escribiría más, pero para serte sincera, siempre me haces falta.

Una amiga me dijo que no llore por alguien que no vale la pena, y sabes, creo que tú si valías la pena. Que cuando lloré por ti, esas lágrimas no fueron en vano.

Hay días como hoy, en los que veo tus ojos, esos raros días en los que cruzamos miradas y no pasa nada, sólo somos nosotros dos, en contacto visual. Sin que nadie se interponga en nuestro camino.
Estos días, son los que me producen más nostalgia.

Ayer, por ejemplo, te tuve detrás de mi y me moría por girar y abrazarte, pero sé que hubieras despreciado toda muestra de afectuosidad de parte mía, aunque yo me estaba muriendo por pegarme a ti, porque me devolvieras un abrazo, ya que no estaba nada bien conmigo misma, me supe contener, y seguí mi camino.

Aún me río de que uses el mismo pantalón toda la semana, lo más probable es que tengas 3 o 2 pares del mismo modelo, pero aún así, sigue siendo el mismo, puedo ver en ti la prisa con la que te arreglas, llegas con la camisa arrugada, la que traes por debajo se nota más de la cuenta y tu cabello tan lacio siempre está así, caído.

Te veo sonreír y algo dentro de mí sabe que las cosas irán bien, por qué una sola de tus risas puede alegrar mi día.
Me dicen que debo intentar acercarme a ti, pero sé que no puedo, que ya lo intenté una vez, y si por algo te alejaste de mi, es porque no me quieres cerca tuyo.

Me conformo con las burlas, porque sé que eres así.
Con saber que tus gustos le parecen raros a todos.
Mecafílico, necrofago.
Brony.

Pero al final de cuentas, siempre tú: Esquizoide.

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